ENTRANDO EN TURQUIA
600km y entramos en Turquía con la frase de un soldado que nos deseó buena suerte en nuestra primera visita, no me extraña, con la manera que tienen de conducir la necesitaríamos.
Cerca de Capadocia tuvimos un susto con mi moto ya que el piloto de la temperatura se encendió y teníamos que hacer paradas cada poco para enfriarla. A partir de ese día vimos que perdía agua así que cada 200km más o menos parábamos a rellenarlo pidiéndoles agua a los foráneos, que de inglés poco, pero que acababan entendiendo nuestras señas (el idioma universal).

La zona de Capadocia es un valle extensísimo lleno de casas cueva donde antiguamente vivían familias enteras. A unos kilómetros se encuentra la ciudad subterránea de Kaymakly. El poblado es impresionante, cientos de túneles excavados en la piedra convirtiendo el subsuelo en un auténtico laberinto de habitaciones, cocinas, despensas y piedras enormes que usaban para cerrar las entradas. Estos poblados fueron construidos por los cristianos, que al verse perseguidos por los romanos, usaban estos escondites para refugiarse a la espera de tiempos mas tranquilos.


Y por fin el 21 de Agosto entramos en Estambul atravesando el puente del Bósforo, entre un tráfico infernal y el sol poniéndose entre las montañas. Después de haber estado en sitios como Alepo o Damasco, Estambul es como ir a Madrid, pero con ese encanto especial que se desprende de sus calles y gentes.

Visitamos la mezquita azul con sus imponentes minaretes, el palacio Topkapi, Santa Sofía y las antiguas cisternas de agua que parecían sacadas de una aventura de Indiana Jones. Nos perdimos por el Gran Bazar con sus invencibles negociantes y sus puestos de millones de colores y acabamos el día en un Haman o baño turco donde nos dieron un masaje que calmó nuestros doloridos huesos (menos a mi hermano cuyos gritos durante el “masaje” se oían desde fuera).




Y finalmente, el 25 de Agosto, tras 7650 km de aventuras y experiencias increíbles, llegamos de nuevo a Bolonia donde nos esperaba nuestro coche, el carro, la rueda que había que cambiar y finalmente, a 2500km mas allá, Bilbao y la vuelta a la realidad.A medida que dejábamos Turquía conduciendo hacia el norte se hacía más notable el fin de las vacaciones y la vuelta al mundo occidental. En Bulgaria nos sorprendió la forma de vestir de las chicas que iban bastante ligeritas de ropa (del burka a eso creo que fue un cambio demasiado brusco) y en Eslovenia (Ljubljana) nos encontramos con una ciudad parecida a Ámsterdam que nos encantó con sus canales y su ambiente estudiantil.