Este fin de semana he estado en el pueblo con mi familia. Que gracioso es ese sitio, es como volver a las películas de Sor Citroen o Verano Azul.
Lo primero que te hace pensar que ya no estás en la ciudad es que comienzas a ver especimenes animales que no habías visto nunca, por ejemplo, yo pensaba que los gorriones eran los hermanos guapos de las palomas, que como todo el mundo sabe, son una mutación urbana de las ratas comunes, que han evolucionado para adaptarse al entorno. Pero al llegar te das cuenta de que hay mas tipos, y lo mejor de todo… no se te acercan, es decir, en mi pueblo nunca verás una cigüeña volando en picado hacia tu cabeza para picotear parte del bocata de la merienda de tu hijo o a una manada de lechuzas cortándote el paso en media calle y mirándote con cara desafiante como pensando –“si si tu atrévete a pasar, que voy a descargar la comida de las últimas 4 horas sobre tu chaqueta nueva”.
Bueno y que me decís de las vacas? Me apuesto a que nadie sabia que en realidad no son moradas como la de Milkibar… que tienen manchas!! Impresionante eh?
Otra cosa que te hace darte cuenta de que has dejado el bullicio de la ciudad son los ruidos, y no es que en los pueblos no haya ruido, pero son distintos. Si, porque en la ciudad vas conduciendo y te molesta el claxon de los coches, las obras o los gritos de la gente y en los pueblos, 1º no hay obras, las carreteras son las mismas que construyó Franco en su juventud y segundo, el ambiente es más relajado, algún que otro “el afiladooooor”, “nenaaaaaa dile a tu madre que ya le funciona el telefonilloooooooooo (y por que no lo usas maja??)”, las campanas de la iglesia que tocan las horas, los cuartos, las medias, para avisar de las misas, de que el párroco ha encontrado sus gafas… o de las demás noticias importantes. Y sobre todo el gallo… ese dulce animal que se supone que solo canta al amanecer para dar la bienvenida al nuevo día pero que parece que cada vez que vas tú se desvela y toca cada 10minutos (justo después de las campanas de la iglesia).
Lo raro de la gente que va a los pueblos de visita es que parece que perdemos la compostura de la ciudad. Por ejemplo a la hora de hacer la maleta, que te llevas al pueblo? Pues todo lo viejo, el jersey de lana deshilachado que usas para lavar el garaje, los pantalones mas rotos que tengas y para el domingo como hay que ir un poco mas arreglada pues metes el chándal. Ala, lista para irnos! Y es que la gente de la ciudad pensamos que en el pueblo todo se ve con buenos ojos, que te levantas por la mañana y ves que hace sol, pues te plantas en la puerta de tu casa con el pijama, las zapatillas de ositos rosas y tu tazón de colacao con porras a tomar el solete, pero que te crees, que los vecinos no saben distinguir la línea “sportwoman” de zara, del pijama azul celeste con nubes que te regaló tu madre?
Pues si, es que los pueblos tienen algo que engancha y es que son mucho mas simples que la ciudad, por ejemplo, en la ciudad tienes que coger el coche para ir al super a comprar comida, al kiosko a por el periódico o a trabajar, en cambio, en los pueblos cada casa es a su vez librería, mercería o supermercado, la comida se saca de un sitio muy raro llamado corral y hasta tienen servicio a domicilio, es decir, berrido por la ventana para avisar al panadero de que te deje dos barras en la puerta. Rápido y eficaz.
Por todo esto yo opino que deberíamos pasarnos todos al sistema de los pueblos, pero por favor… que alguien haga callar a ese gallo o voy a hacer que se coma el badajo de la dichosa campanita!!!