Marrakech vista

La gran Marrakech

Al entrar a Marrakech nos sentimos como Sor Citroen por Madrid, eso era un auténtico caos! Las carreteras de de dos carriles se convertían en tres y el tercero lo compartían las motos, los peatones y los carros de caballos, las rotondas se hacían cuadradas y creo que dejé de contar las veces que me pitaron en el número 100. Según llegamos al hotel dos niños en una minimoto se empotraron contra una de las maletas laterales de la 1200, menos mal que no pasó nada y finalmente conseguimos dejarlas en el garaje del hotel a que se les pasara el susto. Lo primero que hicimos esa tarde fue dar un paseo por la Jemma el Fna, la plaza principal de Marrakech y el corazón de la ciudad. Ahí se juntan turistas, vividores, juglares, pillos y … nosotros. La primera impresión fue horrible, estrés en estado puro, por mirar 1 dirham, por respirar cerca de un corro de personas 1 dirham, vamos, que el primer paseo que di fue mirando al suelo y obsesionada en no perderme del grupo.

Artistas marrakech

Esa noche cenamos en plena plaza en el puesto de Aisha, la única mujer marroquí que había puesto en vereda a todos los subordinados que tenía. Desde el puesto central y subida en unas cajas de cartón dirigía todo el cotarro gritando improperios (o a eso sonaban sus gritos) a todos los camareros para que sirvieran las mesas a la velocidad de la luz. Tras una copiosa comida y un paseito por la plaza gastando todas las monedas que nos quedaban fuimos a un bar del centro a fumar una cachimba, a la que ya le habíamos cogido el gustillo.

Anochecer Marrakech

El bar donde acabamos era una especie de karaoke en vivo donde se prohibía bailar y sacar fotos (no me extraña, solo se verían flashes… que sitio!!). Tras eso nos fuimos a uno mas chic a bebernos unas copitas marroquíes, dos amigos de Zaid se apuntaron a la fiesta y nos llevaron a una discoteca donde acabamos bailando en corro (una mezcla de danzas vascas con un poco de sevillanas) en medio de la pista. Esa noche nos lo pasamos como enanos. 

Turisteando en la gran ciudad

Al día siguiente yo no quería ni oir hablar de volver al bullicio de El Fna, pero como ya es tónica general, Marruecos volvió a demostrarme que este pais sorprende si le das la oportunidad y ese día disfrutamos al máximo del espíritu de la ciudad una vez que nos amoldamos a su ritmo. Lo primero que hicimos fue montarnos en un taxi que nos llevó a dos de los palacios mas importantes. El viaje en taxi me puso los nervios de corbata, por no decir otra cosa peor, era como intentar meter por la puerta de un campo de futbol a toda una manifestación de coches, gente con carros, bicis, motos, caballos y algún otro valiente que iba caminando como si la cosa no fuera con él. Cuando el taxi paró Bego y yo nos quitamos las manos de los ojos y salimos disparadas a besar el suelo sin mirar hacia atrás por si habíamos dejado algún cuerpo por el camino.

Fna
Puestos de zumos
Fna
Especias en Fna

Tras comer en una terraza frente a la Jamma el Fna y disfrutar de un día de sol increíble nos armamos de valor para afrontar el dia de compras en el zoco de la medina. Zaid iba el primero hasta que nos dispersábamos cuando veíamos algún puesto interesante. Bego y yo tuvimos a un marroquí pegado a nuestras faldas que nos seguía por todo el zoco con distintas chilabas para vender, mi hermano y susi discutían acaloradamente con un vendedor de puffs (mítica frase de Alberto en este viaje, no podía faltar …“A ver a ver, vamos a tranquilizarnos que nos estamos sulfurando!!”). Una vez que le coges el punto a la ciudad y a los vendedores del zoco la verdad es que andar por sus callejones es divertido, la gente adivina de donde eres ya antes de que abras la boca y enseguida te conocen si es la segunda vez que has pasado por alli y no has comprado nada. 

Encantador de serpientes
Encantador de serpientes

 

Esa noche nos despedimos de la ciudad con una cena-espectáculo en un sitio que bien podía haber pasado como la casa de veraneo del rey. Era un restaurante formado por carpas que se reunían en torno a un espacio rectangular como un campo de futbol pero lleno de arena. Al entrar, dos filas de jinetes a caballo nos hacían paseillo mientras un montón de grupos de distintas partes de marruecos bailaban y cantaban sus danzas tradicionales. Tras una cena increíble a base de sopa, cuscus, cordero y pastel marroquí nos dejamos rodar hasta las gradas para ver las acrobacias de los jinetes montando sus caballos árabes y a todos los bailarines enseñando las tradiciones de cada zona. Precioso.
 

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